Mi buen piano
Era aquel piano bueno entre los pianos
aquel amigo de las serenatas
aquel, que no miraba las erratas
cuando lo acariciaba con mis manos.
Tanto lo ansiaba con mis sueños sanos
que llegó sin saber hasta mi casa,
yo nunca tube que decirle pasa
porque lo perseguía como idiota
desde aquel día que escuché una nota
allá donde el sonido si traspasa.
LLegó hasta mi, como ferviente brasa
al son de inexplicables sentimientos
me dio entre teclas, risas y lamentos,
yo que de afecto estaba tan escasa.
Siempre fue aquel amigo que en mi casa
buscó el lugar exacto de la musa
fue el precursor de mi niñez intrusa
cuando la soledad solo reclama
el fiel lenguaje de su pentágrama
bajo el cortez saludo de una fusa.